Muchas veces caemos en la idea de que, si ya establecimos una rutina de ejercicio: “estos días hago fuerza, estos días haré cardio y por tanto tiempo”, debemos seguirla al pie de la letra siempre.
Pero cuando no lo hacemos, nos gana la culpa. Incluso llegamos a pensar que todo el progreso se pierde por no cumplir.
La realidad es que no es así.
Lo primero que debemos tener claro es que no pasa nada si algunos días no cumples tu rutina tal como la planeaste. No vas a perder tus avances. No es el fin del mundo.
Es normal que haya días en los que el cansancio físico o mental no te permita entrenar como quisieras. En el caso de las mujeres, incluso hay días del mes en los que simplemente no se puede; aunque claro, esto depende de cada cuerpo.
Lo importante es entender que el ejercicio se puede adaptar a cómo estás y cómo te sientes. Por ejemplo, si tienes una rutina establecida de fuerza o de cardio de alta intensidad, pero un día no te sientes bien o no crees poder completarla, está bien. Puedes modificarla o cambiarla completamente, y eso también cuenta como progreso.
¿Qué factores influyen en esos días bajos?
Dormiste mal.
Tienes demasiado trabajo.
No has tenido suficiente tiempo de descanso.
Estás en tu periodo.
Sientes agotamiento emocional o mental.
Todo esto influye y aquí viene una clave que a veces ignoramos: los días de descanso son fundamentales para tu progreso. Si no los incorporas, tu cuerpo y tu mente lo van a pedir a la fuerza.
Entonces, ¿qué hago cuando no me siento bien para hacer mi rutina?
Hay dos caminos que puedes tomar:
Tomarlo como un día de recuperación activa.
Haz solo estiramientos suaves, movilidad o una rutina breve de respiración y movimiento consciente.Sustituir la rutina intensa por algo más ligero.
Puedes hacer una rutina más corta y de menor intensidad: caminar, una clase suave de yoga, ejercicios de movilidad.
Muchas veces esa falta de ganas no es pereza, sino agotamiento acumulado, por eso es importante aprender a escuchar cuando tu cuerpo te pide bajar el ritmo o simplemente parar.
¿Y la culpa?
Si dejar de moverte por completo te genera culpa, entonces puedes buscar opciones suaves. Algo muy relajado, como caminar unos minutos, estirarte al final del día o seguir una rutina de estiramiento corta en casa. Moverte con suavidad también cuenta.
Trabajar en tu movilidad es una excelente opción de movimiento que no exige demasiado a nivel físico, pero que trae muchos beneficios.
Lo más importante:
No seas tan dura contigo misma.
No necesitas exigirte tanto todo el tiempo para lograr algo o para sentirte bien. El cuidado físico va de la mano del cuidado emocional. Y eso implica ser comprensiva, flexible y paciente contigo.
Recuerda que el progreso no solo se mide por lo que haces o cuánto te esfuerzas. Escuchar lo que tu cuerpo necesita también es parte del avance.
A veces, el verdadero progreso está en darte permiso para parar, respirar y cuidarte desde otro lugar.
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